Poema Alas de Omar Herrera
Ahora soy fracción del ojo ubicuo y milenario.
Puedo prever aludes y cantos de cisnes,
soñar Los Andes…
Siempre supe que La Habana era el sitio de la espera,
que tras las puertas prohibidas de la ciudad
se abrían otras mil ciudades
con un abrazo nuevo
como el de la madre que acaricia al hijo
a la vuelta de la guerra.
Supe que tras la muralla
una mujer de piel olorosa a jardines
me apremiaría a levantar el vuelo
sordo a los discursos que hablaban de la Patria,
porque la patria suele estar en cualquier sitio,
en especial entre los brazos de una mujer
olorosa a jardines.
Dejo detrás un país con demasiadas ausencias,
el llanto de un padre guerrillero
que busca huellas en la arena.
Dejo la certeza de un beso largamente amasado;
y que finalmente se convirtió en leyenda.
Dejo, además, la danza de mis muertos,
el andar cansado de la señora de enfrente,
el horror por la piel proscrita.
Aquí, desde la altura,
vuelvo la mirada a la ciudad de juguetería
mientras pienso en la mujer que allende el mar
me espera.