Asel María Aguilar Sánchez nos obsequia en Café Naranjo, un fragmento de «El protocolo rendentor», deseamos sea del agrado de nuestros amables lectores.
El protocolo redentor (fragmento)
…Vladimiro seguía soltero a pesar de tener más de treinta años. Me visitaba a menudo, sus padres veían con buenos ojos nuestra amistad. Una vez pasó a saludarme después del trabajo y lo noté tenso, sin su alegría de siempre. Se acomodó en el sofá de la salita, con las orejas encendidas, para pedirme un favor de vida o muerte.
Por primera vez en sus treinta años, a Vladimiro le urgía enseñarle su sexo a una mujer. Quería una opinión femenina, harto de angustiosas comparaciones con plátanos, pepinos o cualquier objeto alargado.
Lo conduje a mi habitación, donde tardó largos minutos en bajarse el pantalón. Visto de cerca, aquello parecía el pistilo de una flor:
—Realmente esa pistola no fue hecha para matar a nadie. ¡Pero no importa el tamaño de la varita, sino el mago que la utiliza! Busquemos ayuda profesional.
Lo acompañé a la consulta del doctor Manotas quien le ordenó bajarse los pantalones; lo palpó, lo midió, le prescribió una inyección de testosterona para hacerlo crecer y nos dijo que la solución del problema dependería de algo que no estaba descrito en los libros de medicina. No era una jeringa con un líquido milagroso, ni un frasco de hormonas o un artilugio mecánico: Manotas sacó del portafolio, con gran ceremonia, un mango maduro.
Bajo prescripción médica, Vladimiro tomó la fruta y la olisqueó en su plena redondez; hizo un orificio en la cascara amarilla y apoyó los labios. El primer paso era rememorar el impulso primordial de la succión; con los dedos le dio un masaje circular a la fruta para extraerle el jugo. Después de media hora de lamer, chupar y tragar, el mango había dado todo de sí. Se quedó en la semilla pelada.
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El galeno Manotas pareció satisfecho con el resultado, le aconsejó:
—¡Aprovecha la estación de mangos, después estarás listo para la otra fruta! Si aprendes bien el protocolo, por pequeño que sea lo que Dios te dio, tu mujer lo sentirá como un camión.
Diariamente Vladimiro compraba tres de diferentes variedades, tamaños y consistencia: corazón, mamey, toledo, manila o el dulcísimo filipino; fibrosos o de carne compacta. Vladimiro practicaba mientras chupaba un mango tras otro, logrando los manejos de experto en aquella técnica que le cambiaría la vida.
Cuando la temporada de mangos le cedió el turno a los aguacates decidimos probar, en mi cama, el Protocolo del Mango Redentor en todas sus variantes de succión: “la turbo”, “la continua”, “la intermitente”. La lengua de Vladimiro inventó las modalidades: “el pincel”, “el taladro” y “el limpiaparabrisas”.
Su pericia era tal que le propuse practicar dos veces a la semana.
—¡Claro que sí, manguito! —Vladimiro me llamaba así desde la consulta con Manotas: en el lenguaje callejero cubano se les dice “manguitos” a los hombres y a las mujeres atractivos.
Sin planificarlo, después del Protocolo pasamos a la postura “Taladro Profundo”, con mis pies apoyados en sus hombros. En la ducha ensayamos varios estilos de peluquería de pubis, buscando efectos visuales favorables. …Tras décadas de esconderse de sí mismo, su cuerpo había empezado a pertenecerle y con esa soberanía le llegaron unas ganas insoportables de mostrarlo…
Ha finalizado la lectura de «El protocolo redentor, Asel María Aguilar Sanchez», esperamos le haya gustado y le invitamos a compartir nuestras historias en las redes sociales, así podremos seguir publicando la literatura de Café Naranjo.
Asel María Aguilar Sánchez
Escritora miembro de Café Naranjo. Natural de Manzanillo, Granma, Cuba. Egresada en el 2007 del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso de la Habana. Sus libros Agua pequeña (2016) y Muchacha con frio (2019) fueron publicados por la Colección Sur, Cuba.
Geóloga de profesión, trabaja actualmente en el Instituto Federal Suizo de Tecnología, ETH Zurich.
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