En La Habana, Sam es pintor de edificios por fuera y ya ha pintado el Somellán de 30 pisos de altura, unas 4 veces.
Así me contó el destacado escritor Miguel Terry Valdespino cuando se leyó mi cuento Picassos en el aire sin aún haber obtenido la primera mención del Premio Internacional Julio Cortázar 2023, donde concursaron mil 100 escritores de medio mundo hispano.
Miguel Terry, además fue el primero que escribió y leyó en público un texto sobre Picassos en el aire y como acaba de encontrarlo en su papelería, me lo ha enviado y con mucho gusto ahora lo publicamos. Ojalá les guste y comenten:
«Colgando del miedo humano: más sobre Picassos en el aire»
Miguel Terry Valdespino
Sam dos Santos tiene la cabeza llena de drelos, lo que puede ser una especial tentación para los infantes de la gendarmería criolla, siempre al acecho de todos los hombres ¨de color extraño¨, como asegura irónicamente Rubén Blades.
Pero ahora Sam dos Santos no va por la calle, ni pedalea un bicitaxi pueblerino sobre el cual se le ve sudar copiosamente. Ni tampoco afina los efectos especiales con que habrán de sonar las balas que cruce ferozmente el general Flor Crombet contra sus implacables perseguidores en uno de los capítulos del aclamado serial televisivo Duaba: la odisea del honor.
Sí. Sam dos Santos lleva drelos, maneja un bicitaxi y se encarga de los efectos especiales en diversas series televisivas y películas de intramuros. Pero a veces ni hace lo uno ni hace lo otro. En esos ¨a veces¨, que no son cualquier momento, cuelga del exterior de los edificios habaneros, igual que en otras ciudades cuelgan los personajes del escritor Alberto Guerra Naranjo.
Sam no conoce a Alberto Guerra. Aunque desde hace poco tiempo sí quiere conocerlo. Le entró la taranta apenas supo que en uno de los cuentos de Alberto un cubano como él cuelga del exterior de un rascacielos y no sabe si las cuerdas de seguridad y otros artefactos que lo sostienen se quebrarán para enviarlo tristemente a la tierra y, de rebote, al cielo.
Sam también colgó de unas cuerdas a punto de partirse. Unas cuerdas a las que les dio por ser bromistas, y lo subían, y lo bajaban, y lo volvían a subir, y lo bajaban de nuevo… Y así hasta el infinito en ese juego macabro. Su compañero de faenas no tuvo aquel día la misma suerte.
El cuento de Alberto Guerra se llama Picassos en el aire y tiene lugar en…. ¿dónde? No hace falta que me acuerde. Si al personaje de Alberto le quedaba debajo el susto inmenso de la ciudad de Montreal, Londres, Nueva York, Berlín, a Sam dos Santos le quedaba debajo toda La Habana. Si te caes de un edificio en Manhattan acabas hecho añicos en el suelo. Si te vienes abajo en uno de La Habana no quedas menos destrozado que cuando caes del de Manhattan.
De un tiempo a esta parte, Alberto Guerra parece que se inclina a ubicar sus cuentos más allá de las fronteras de Cuba: Bos Taurus, Un simple ratón te envenena, Delirums trenes, Vientos de Zaragoza y Picassos en el aire -por apenas citar unos pocos textos de su autoría plantados en tierras lejanas- parecen tomarse un descanso de esa finca local donde anclan los andares literarios de la mayoría de nuestros autores, para irse a mirar la existencia humana –que es a fin de cuentas lo más significativo y riesgoso de este planeta sofocado al máximo- desde otro ángulo, desde el cual sea posible otra visión de la vida y del intenso peligro de perderla.
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¨Mientras más nacional seas, más universal serás¨, gustaba decir Nicolás Guillén y repetir el humorista Carlos Ruiz de la Tejera. ¿Y si fuera al revés? ¿Y si el talento te alcanzara –y hasta te sobrara- para ubicar tus historias de autor cubano, residente en Cuba a tiempo completo, en una Argentina repleta de vacas en busca de justicia, en una Alemania de rancio abolengo racista, o en una España indiferente hacia la suerte del emigrante, o en un exilio del Primer Mundo donde cuelgas de una pared externa, como pintor de brocha gorda, limpiador de cristales o reparador de cualquier entuerto, y solo unas pocas cuerdas de seguridad y un golpe de suerte separan tu vida de tu muerte?
Alberto G. puede hacerlo. Y de hecho lo hace, porque nadie puede ponerle grilletes ni fronteras a las historias humanas que arma un autor en su cabeza. Y, a fin de cuentas, uno se parece al mundo y el mundo se parece a uno.
Alberto, con sus historias, se va muy lejos de la Isla. Parece que últimamente lo aburre contar historias de la finca. O lo aturde. O le hace carecer de oxígeno creativo. O encuentra ya muy tóxicos los relatos sobre balseros, jineteras, homosexuales o sobre un país que se cae a trozos.
¨Mientras más nacional seas, más universal serás¨. ¿Y si sucede al revés?, vuelvo a preguntar. La literatura, como aseveraba el español Camilo José Cela en el prólogo de su novela La colmena, estrenada en Argentina, necesita también de nuevos aires.
Confieso sinceramente que, a última hora, recordé el nombre de Urbano Téllez, el personaje que cuelga de una altísima pared exterior, en trance de vida o muerte, en el cuento de Alberto Guerra. Un personaje que ha visto hacerse trizas a humanos procedentes de la parte más vulnerable del mundo, gente que, entre sus muchas pesadillas, en ocasiones sueña.
Como sueña Sam dos Santos que en un cercano futuro el jugar tantas veces con la muerte, el subir y bajar en unas cuerdas diabólicas, engañosamente seguras, no será demasiado sacrificio porque aspiras a que tu hermano menor, un talento del bel canto carente de recursos económicos, llegue algún día a ser un tenor lírico spinto muy famoso.
Sucede en más de una ocasión que nuestras historias se parecen demasiado a otras historias, al parecer, lejanas en un mapa de geografía. Alberto Guerra lo sabe demasiado bien…y ni siquiera sabía que mi amigo Sam Dos Santos, como Urbano Téllez en Nueva York, Montreal, Berlín o Konakry, se mecía en lo alto del miedo mientras La Habana entera le quedaba mortalmente debajo.
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Miguel Terry Valdespino. Periodista, narrador, poeta y dramaturgo. Su obra literaria ha sido premiada nacional e internacionalmente y traducida a otros idiomas. Sus creaciones figuran en antologías cubanas y revistas extranjeras, y sus piezas teatrales han sido puestas en escena y llevadas a versiones radiales. Miembro de la UNEAC y de Café Naranjo
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