épicas del sur

Mejunje con minutas

En el Café Naranjo se publica Mejunje con minutas, una serie de Minicuentos, contestaciones y retos entre escritores, sobre aquel sitio vecino al parque Vidal de Santa Clara, El Mejunje, donde se reúnen frecuentemente la nata de la trova y la poesía de la ciudad. Deseamos que los disfruten. No olviden compartir.

Don Ramón Silverio

 
MINIALBERTO
RECOMENDACIÓN

Alberto Guerra Naranjo
(La Habana, Cuba)

Compay Nelson, ahora que usted nos dijo, por WhatsApp, que, aunque muere de hambre luego de tanta gozadera, en El Mejunje de Santa Clara ha pasado la mejor de las noches posibles, con esos poetas, pintores y trovadores salvajes, tan desnudos como Dios los trajo al mundo, o en cueros a la pelota, como dirían por aquí.

Ahora que usted nos dijo que ha visto cuerpos tatuados hasta la saciedad, con piercing en lugares inconcebibles; que ha visto tipos con 3 tetas y tipas con 3 guevos también, desgañitados, lo mismo desde las mesas que encima del escenario, donde recitaron poemas patrióticos, cantaron boleros de antes, levantaron las piernas a golpe de conga, mostraron sus prodigios puntuales y conminaron a bailar un trencito gozador e interminable.

Ahora que nos cuenta que está a punto de salir de El Mejunje, compay Nelson, y que con un hambre tremenda ya se pone la ropa otra vez, agotado, descompuesto, hecho talco, pero con la dicha de haber vivido soberbias sensaciones, aproveche y ruéguele  a su querida villaclareña que, por favor, lo lleve de urgencia a la esquina del Parque Vidal, donde en un carricoche venden unos panes con minutas de pescado, tan sabrosos, Dios mío, sobre todo después que se sale en semejantes condiciones de El Mejunje, como me los compraba yo, en el año 2010, al módico precio de 5 pesos.


 
RECOMENDACIÓN

(La respuesta)

Nelson Pérez Espinosa
(La Habana, Cuba)
 
¡Que noche aquella, compay Alberto! Ni en sueños me hubiera metido yo en aquel antro de mala fama conocido como El Mejunje de Santa Clara, repleto de todos esos poetas, pintores y trovadores salvajes, gente de costumbres ligeras y casquivanas, moviéndose encuerados como Dios los trajo al mundo, a la pelota, como dicen los muchachos de ahora.
Todos aquellos cuerpos tatuados hasta la saciedad, con piercing en lugares inconcebibles, tipos con 3 tetas y tipas con 4 guevos, desgañitados lo mismo desde las mesas que encima del escenario, donde recitaron poemas patrióticos, cantaron boleros de antes, levantaron las piernas a golpe de conga, mostraron sus prodigios puntuales y conminaron a bailar un trencito agotador e interminable, candela, compay Alberto, candela viva…
Ya le digo, jamás en la vida me hubiera acercado yo a aquel antro con fama de nido de plumíferos y quirópteros, pero su buen consejo de tipo duro, profundo, sabedor de la vida, me convenció, y nada, lo raro, lo mas raro, fue que al salir del Mejunje aquel de cuerpos y oscuridades, con un hambre tremenda, al pasar por la esquina del Parque Vidal, tuve que fajarle como un perro acuartelado a un carricoche, atraído como un loco por el olor a «pescao» de unas enjundiosas minutas con pan, tan sabrosas, Dios mío, estoy seguro, como aquellas que comió usted, en una noche similar, por allá por el 2010, cuando usted mismo salía del Mejunje.


OTRA CRÓNICA GRIS

Pedro Luis Azcuy Flores
(La Habana, Cuba)

 
Compadres Alberto y Nelson: ahora que ustedes saben que estoy en el antro El Mejunje y que furibundos me recomiendan por WhatsApp que deje de ser un autor convencional, que viva la vida para que escriba algo mejor que mi eterna crónica social de tema cotidiano como la falta de agua, el apagón o que no acaba de entrar el pollo; ya que casi quieren obligarme a que no me pierda una gozadera segura en este bayú de Santa Clara, pues ustedes han pasado ahí la mejor de las noches de sus vidas y sacaron de ahí sus mejores historias tras reptar entre decenas de poetas, pintores y trovadores encueros a la pelota y se preocupan para que no me pierda esos cuerpos tatuados hasta la saciedad, con piercing en lugares inconcebibles, o esos tipos con 3 tetas y tipas con 3 guevos, todos desgañitados lo mismo desde las mesas que encima del escenario, recitando poemas patrióticos, cantando boleros antiguos o levantando las piernas a golpe de conga para mostrar sus prodigios puntuales; ya que no paran de enviarme audios con recomendaciones, casi entre suspiros, que por nada de esta vida me pierda el baile del trencito agotador e interminable… he de decirles, camaradas, que estoy a punto de salir en compañía de mi mujer Villaclareña de un Mejunje casi vacío, diría que casi reordenado, y que tras pedirle de favor al del bicitaxi que me lleve a la esquina del Parque Vidal, sitio de confusa compra y venta donde solían atracarse ustedes, por el módico precio de 5 pesos, de unos inmensos panes con pescado para rematar sus noches hambrientas por aquellos tiempos del 2010, me acabo de reafirmar que estos son tiempos de escacez, de obligatorias crónicas grises  donde, para mi suerte, al menos esta vez ha entrado el pollo en sustitución de aquel apestoso pescado.

Minicuentos del Mejuje de Café Naranjo.

INTERESTELAR

Asel María Aguilar Sanchez
(Manzanillo, Cuba)

Las coordenadas eran exactas. 22°24’25» N 79°57.883′ O. Tercer Planeta del Sistema Solar:  El Mejunje, Villa Clara, Cuba.

Ludoz-7 se ajustó el traje sintético de piel con textura humana. Sus sensores captaban  sales y  albúmina, traducidos en términos terrestres como sudor, saliva y semen. Se confundió en la turba que se movía a  un ritmo frenético y que  sus sistemas procesaron como  baile:  el  Trencito. El  ente  Compay Nelson, de clase dirigente, era la locomotora.  Uno de los seres con melena y abultado trasero, se detuvo a pocos micrómetros de su cuerpo; a Ludoz-7 se le estremecieron las células microprocesales.
La señal que buscaba se debilitaba y volvía a renacer.   Un minúsculo impulso electrónico le indicó que estaba cerca. Un par de metros,   unos  pasos de dimensiones humanas y Ludoz-7 completaría su Misión.  Al fin localizó  la fuente de ultra energía que había hecho saltar los sensores de la Delta en su  vagar cerca de  la órbita terrestre.  Pequeños cuerpos, energía concentrada en una suerte de cápsulas, aplanadas, humeantes,  que en lenguaje humano se llamaban minutas. Codiciadas, sabrosas, más caras que el Plutonio. Solo un par serían suficientes para reponer la carga de la averiada nave Delta y regresar, por fin, a Terra 4.


CITA EN EL MEJUNJE

Frank Rodríguez Labrada
(Villa Clara, Cuba)
 

El Mejunje, el Menjunje, repasó en la mente el nombre del lugar mientras recorría la calle por segunda vez. Contorneándose con las nubes podía verse sobre las casas de la ciudad el Santa Clara Libre. Al menos un punto de referencia pensó. Fue entonces que vio a un sereno detrás de unos barrotes y le preguntó. El Mejunje, jum, ¿ese sitio donde vienen los señores de la farándula a declamar poesía, a cantar mientras beben cócteles y alguna que otra vez forman tremendos despelotes? Está en la calle equivocada, sentenció. Entonces, le dio las indicaciones precisas para que llegara a salvo al lugar.
Al entrar al sitio observó las paredes de adobes desnudos, los artilugios repletos de serigrafías y colores difusos entremezclados de los bares y los salones culturales. Quedó satisfecho, todo tenía un aire divertido y de vintage.

Al principio había tenido sus dudas. Pensó que su estancia en aquel lugar, asediado por poetas, escritores y personajes de farándula, entre tragos y cócteles, la atmósfera densa de la bohemia, no sería una experiencia agradable; que dirían sus compañeros de trabajo, su mujer. Pero había aceptado la invitación de Café Naranjo. Después de pensarlo, concluyó que habiendo navegado en bares con prostitutas y traquetos de los más disímiles órdenes y clanes, bebiendo en la misma mesa, aquello sería cosa de niños. Era cuestión de aceptarlos con sus modas y modos. En fin saber comportarse para ser aceptado.

Una  vez dentro, se reunió con los amigos escritores Peter, su novia y el compay R.B, todos rebosantes de alegría, le hicieron recordar años atrás cuando estudiaba en la Che Guevara y la vida era más sosegada y menos controversial.  Mientras la brisa del recuerdo le acariciaba, establecía gratas comparaciones con su país de residencia. Que bien se sentía ante inofensivos colegas disfrazados de hippies, travestidos, periódicos vivientes y guirnaldas humanas con piercings, crucifijos y cadenas de todos los calibres. Lamentó no tener ni un pequeñísimo tatuaje ni un estrafalario peluquín para estar en la onda.

Luego de varios tragos y calurosas conversaciones decidió ir al baño. Para sorpresa suya, entró a otra habitación donde las mujeres danzaban desnudas sobre las mesas entre hombres huesudos y semidesnudos, al estilo de algún tipo de antro colombiano, retocían los cuerpos con sinuosas contorsiones y bailes gestuales estrafalarios. Aquello afectó seriamente su credibilidad. No sabía que Cuba había cambiado tanto y que de un sitio podía salir el peor de los olores a yerbas en otros tiempos prohibidas y desconocidas para la mayoría de la juventud.

Salió disparado del aromoso lugar y se fue a divertir y a escuchar poesía de la buena, a fin de cuentas Café Naranjo pagaría la cuenta y él leería sus poemas por primera vez en un antro cubano, con la firme convicción de que dejaría la huella de un tipo normal en medio de tanta diversidad. Quién le diría que en el ocaso de aquel día todos sus prejuicios se irían como hojas al viento. Para rematar,  los amigos le brindaron una deliciosa minuta de pescado de 90 pesos cubanos, acto que le recordó su lejana infancia, cuando al regresar del colegio, merendaba en la Guarapera, cafetería de su Placetas, aquel pequeño pescado con pan. Al probarla los recuerdos que pendían de su memoria como racimos fueron estremecidos y cayeron derramando  emociones momentáneas. Ya andaba por las nubes, como los precios del comercio minorista, después de muchísimos mojitos y tragos de Villa Clara, ron bueno y ron no tan fuerte, se retiró a su casa quedándose el delicioso recuerdo de un tremendo mejunje.


MEJUNJE

Kenia Rodríguez Poulot
(Santiago de Cuba, Cuba)

_Tú lo que necesitas para ese catarro es un mejunje de los que preparaba mi abuela. Si quieres te hago uno.

Me decía mi amiga. A decir verdad, ya son varios días con esta puta gripe que no me suelta. Desde la covid no me sentía tan mal. Pero tengo la boca mala para la medicina verde, prefiero inyectarme que tomar un té. Si, ya sé que es una ignorancia de mi parte pero que le vamos a hacer. Una buena caldosa de esas que reviven muertos es lo que me hace falta. Vaya ocurrencia la mía, en cuanto saldrá una modesta sopa con los precios astronómicos de hoy. Mejor pienso en otra cosa.
Esa noche,  por pura casualidad, de Santa Clara me llamó el amigo Roswel entusiasmado con la idea de llevarme algún día a cierto espacio cultural que frecuenta por aquellos lares que lleva por nombre El Mejunje. Ya había escuchado sobre este sitio, sé que allí se reúnen todas las artes, artistas, poetas y narradores, amantes de la vida bohemia. Donde fluye en total sintonía  el respeto a la diversidad. Donde se puede degustar de vez en cuando un trago de canchánchara y de plato fuerte, una sabrosa caldosa, aunque ya no la vendan al mismo precio de cochino enfermo como en los años en que el famoso escritor Alberto Guerra Naranjo andaba por esos parajes comiendo pan con minuta de pescado en el parque Vidal, sin imaginar que en el año 2022 sus cuentos serías debatidos en talleres literarios de España.

De pronto tocan mi puerta. Era mi amiga que traía un pomo en las manos con un líquido dudoso que sabía a rayos pero me curó en tres días. A ausencia de caldo, mejunje.


MEJUNJE

Mejunje Santa Clara

Roswel Borges Castellanos
(Villa Clara, Cuba)

Alberto mencionó el pan con minutas que vendían cerca de El Mejunje, sin darse cuenta de lo que desataba.

Los reflejos condicionados del sabor a mar crujiente, el precio que ya no es… Como no es el mismo pan, ni la minuta… Siquiera el mismo minuto.
El Mejunje tampoco resulta el lugar de antaño. Los bares se multiplican y compiten entre ellos. Las generaciones van desapareciendo… Algunos migran, otros mueren, otros ya no son otros, sino aquellos que no querían ser…
Quizás regresen, como lo hice un día, para tomar un café y encontrarme a Alberto con todos los amigos del naranjo, aunque no existan las minutas, pero permanezca el espacio de un abrazo, bajo el techo del Mejunje.


MIRADAS
Reinier del Pino Ceja
(Artemisa, Cuba)

Aquella mañana, cuando me tropecé con la ingeniosa escritora  Kenia Rodríguez en un elevador del Instituto de Oncología y Radiobiología, tuve la sensación de que ambos queríamos que el escenario fuese otro. No pude definir si mi amiga esbozó una sonrisa detrás de la mascarilla. Solo ví su mirada. La vi buscando también en mis ojos y  sentí su tristeza. El Instituto de Oncología y Radiobiología no es un lugar agradable para los encuentros. La joven escritora miró a mi suegra en su sillón de ruedas, le presenté a mi esposa, me señaló a su hermana. Nos quedamos en silencio, con las miradas rebotando en las paredes de aquella caja metálica en la que descendimos de nivel   con nuestros familiares,  nuestra tristeza y nuestras esperanzas. No le conté la nueva historia en la que trabajo. Ella no mencionó del último texto publicado por el profe  en su blog. Con la  mirada nos deseamos suerte y seguimos en nuestra faena, quizás con mucho por decir. Seguro prefiriendo que el encuentro hubiera sido junto a una mesa repleta de cervezas, en una tertulia… Incluso en el parque Vidal de Santa Clara, hambrientos a la espera de unos panes con minuta de pescado para reponer las energías robadas por una noche en el Mejunje, aunque los susodichos panes ya no cuesten cinco pesos como en los tiempos en los que profe frecuentaba ese lugar.


 


Mitutas al minuto.
Amaury Ricardo Sarmiento 
(Alamar, La Habana, Cuba 2023)

El joven escritor traspaso el umbral del Mejunje con su villaclareña de manos. Sonó la alarma de mensajería de su celular, mira el mensaje firmado por su colega el compay Alberto. Regresa el celular al bolsillo, toma la mano de su novia y se dejan llevar por la música al corazón del Mejunje de Santa Clara. 

Los dos pasaron las mejor de las noches posibles, con esos poetas, pintores y trovadores salvajes, tan desnudos como Dios los trajo al mundo, o en cueros a la pelota, como dirían por aquí. 

Nelson y su acompañante vieron cuerpos tatuados hasta la saciedad, con piercing en lugares inconcebibles; tipos con 3 tetas y tipas con 3 guevos también, desgañitados, lo mismo desde las mesas que encima del escenario, donde recitaron poemas patrióticos, cantaron boleros de antes, levantaron las piernas a golpe de conga, mostraron sus prodigios puntuales. Sobre el bullicio y la música sobresalió una voz : Este es el mejunje de Silverio. La figura humana apuró la jicara a su boca y la lanzó lo más lejos posible, que luego los conminó a bailar un trencito gozador e interminable.

Nelson y su compañía, está a punto de salir de El Mejunje, con un hambre tremenda se ponen la ropa otra vez, agotados descompuestos, hechos talco, pero con la dicha de haber vivido soberbias sensaciones. 

Ya fuera del Mejunje, toma el celular y vuelve a leer el mensaje de Alberto : Compay Nelson aproveche y ruéguele a su querida villaclareña que, por favor, lo lleve de urgencia a la esquina del Parque Vidal, donde en un carricoche venden unos panes con minutas de pescado, tan sabrosos, Dios mío, sobre todo después que se sale en semejantes condiciones de El Mejunje, como me los compraba yo, en el año 2010, al módico precio de 5 pesos.


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Una respuesta a «Mejunje con minutas»

  1. Avatar de Reinier del Pino Cejas
    Reinier del Pino Cejas

    Un hermoso homenaje a El de.

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