épicas del sur

Magui, de Jorge Manriquez Centeno

Magui, de Jorge Manriquez Centeno

Hoy les regalamos el cuento «Magui», de Jorge Manriquez Centeno en Café Naranjo, Épicas del Sur. Deseamos sea del agrado de nuestros lectores, que lo disfruten.

Magui

Magui era una amiga de la escuela primaria. Nuestros pupitres continuos hoy me abisman.

Por el paso de los años, ya no sé si fue verdad o verdad a medias todo eso que me imagino de aquella amiguita tan apreciada, por eso, vuelvo a escuchar esa canción que tanto nos gustaba: «Melody Fair«, y sí, luego de muchos, muchos años, lo sé: “Tú eras la niña en el marco de la ventana mirando caer la lluvia.” Eras esa pequeña pecosa, que, de repente corre al patio de la primaria, y se suelta las trenzas para que la lluvia resbale con mayor suavidad, y la atrape formando un cántaro con la palma de sus manos. Te refrescas el rostro. Sonríes con esas gotas dulces que resbalan en tus mejillas.

Escuchamos esa rola y tu risa está ahí, incrustada en mi memoria, haciéndola vibrar con los acordes de esa melodía No recuerdo si vimos esa película que le da forma a esa música. O al revés.

En el recreo hablábamos de dónde seguiríamos estudiando, qué íbamos a hacer cuando creciéramos.

Descifrábamos los mensajes de las nubes que se nos quedaban viendo, y nos sonreían con las gotas de lluvia, aletargadas por nuestras risas. Las nubes tienen muchas formas, rostros, basta verlas de cerca para que te arropen con sus terciopelos.

Hoy estamos felices. Nos dimos un beso gracioso. Al rozar nuestros labios, cerramos la boca. Luego, la abrimos y empujamos nuestras lengüitas. Las empalmamos. Es posible: yo puedo hacer la lengua de taquito y tú no. “Tu saliva sabe a fresa”, te dije. “Tote, tus labios saben a cajeta”, dijiste, y reímos sin parar, porque “somos novios”, dijimos.

Le digo: “Anda, cepíllate el cabello, arréglate cómo sabes hacerlo y escuchemos esa melodía que te hace llorar, porque tú “eres la niña con el rostro lloroso mirando millones de señales”.

Pero la vida no es como la lluvia, aún y tomes de esa agua fresca para escaparte de ese torbellino de tu casa. Aunque grites y grites sin parar y no te quedes callada, hay lluvias que te desdibujan el rostro.

Te dejé de ver: no tenemos los reflejos de esa lluvia y pasando los meses, “nuestras conversaciones no alcanzaron a juntarse”: tú querías hablar sobre tu padre, yo le daba la vuelta a ese tema,

y bailas ballet,

juegas “Avión” y te vas lejos,

muy lejos,

amiga,

y en el “Balalaika”,

no me gusta verte así,

rodeada por los sucios gritos de tu padre,

y sus cometas

traspasando amaneceres,

y sin tu mochila,

uniforme escolar;

te prefiero a mi lado,  

con tus rizos despertando las mañanas:

¿Recuerdas los dulces de tamarindo que te traje de Acapulco y se enrollaron en tu sonrisa?

No me gusta verte bailar con las luces   rojas,   amarillas,

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Iluminando tus pezones,

ni que me digas: “¿Te acuerdas de nuestra melodía cuando la escuchamos en la azotea del “Edificio” de Cucurpe?”.

No te contesto. Sigo tomando. Me vale. Solo quiero escribir, no verte ni darte más “fichas”, ni recordarte con los ojos de antes. Tú te quedaras aquí. Seguiré disque escribiendo y trabajando en una oficina, aunque, ahora lo sé: la poesía eras tú, amiga, y estaba en tus lágrimas, en esa servilleta donde dejaste esos diamantes.

Te enojas, y me dices:

Tote, eres igual a todos, sólo quieren mi cuerpo, mis nalgas.”

“¡Bah!”, digo, y busco otro cabaret para desprenderme de ti.

Sólo quería escribir.

Seguí caminando sin mirar hacia el cielo.

Hoy en este octubre de 2023, escucho otra canción que llegamos a escuchar: “Baby it´s you

Mejor poner en el YouTube otras rolas: no me gusta recordarte, pero sigue lloviznando: ahora estamos en el “Edificio” de la Calle Cucurpe. Subimos esas escaleras y en la azotea nos recostamos boca arriba. Nos tomamos de la mano. Miramos las estrellas, y escuchamos, otra vez, esa canción, Melody Fair que era nuestra canción, dijiste. No sé de donde sale la música, pero claramente es esa melodía que tanto nos gusta. La estoy tarareando con este recuerdo.

Hay muchas cosas de las que no puedo escribir por completo. Me cuesta trabajo reconocerme en ellas.

Mejor hablar de otros momentos. Pero estoy atento, mirando el pizarrón. Es un espejo, donde veo muchas cosas, amiga.

Y estas a mi lado, ahí, donde siempre estaremos, juntos, en esos pupitres continuos, en que me hace sentar la memoria.

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Jorge Manriquez Centeno

Jorge Manriquez Centeno es reseñista y está en proceso de publicar su obra poética y narrativa. Es egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), así como de otros estudios de posgrado.


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