épicas del sur

Cuentos de Café Naranjo en la antología Té por Limón

CaféNaranjo publica los cuentos de la antología «Té por Limón» «Textículos eróticos» de dos de nuestras escritoras Yuraima Trujillo Concepción y Kenia Rodríguez Poulout y nuestro entrañable escritor y amigo Alberto Guerra Naranjo.

ESPEJISMOS

“Encuentro ángeles sucios saliendo en la ceniza”.

Carilda Oliver Labra

Si los ángeles existen él es uno. Tuve miedo de besarlo fuerte y que sus labios se me derritieran dentro.
Las orejas parecían más resistentes y las saboreé a mi antojo.
Chupé sus párpados más de una vez hasta beberme el azul que había debajo.
Chupé también las tetillas rosadas y pequeñas, y el pecho.
El ombligo era una caverna profunda que me llenó de estalactitas la lengua, y que se derrumbó en el último roce.
La espada tibia se erguía entre sus piernas. Quemé mis labios contra ella, le hinqué los dientes y amenacé mi garganta con su punta. Dejé que atravesara de un golpe mis entrepiernas y danzara, como sólo deben danzar los ángeles.
Entonces le empapé la espada hasta el puño con mi líquido espeso, y azul, de tanto chupar sus párpados cerrados.
Después se fue callado, sin promesas, ni alas, ni aureola. Simplemente se elevó.

Yuraima Trujillo Concepción.

PRIMERA NOVIA

Aprender a masturbarse requiere de tiempo, paciencia y concentración. Dos veces por semana hacía prácticas en una vaquería cercana a la escuela. Aquel día, mientras amamantaba con biberón a un ternero huérfano, al parecer, el cuadrúpedo quedó con hambre y empezó a chuparle el dedo con fuerza. Esto le produjo una excitante sensación. Sin pensarlo le colocó su inexperto miembro en la boca y en menos de quince segundos ya lo había hecho feliz. Le dio el nombre de la niña que más le gustaba y hasta le ponía flores en la cabeza. Que el ternero fuera macho era un detalle insignificante, siempre supo que sería un noviazgo corto.

Kenia Rodríguez Poulout.

ERA EL MARQUEZ DE SADE

        Debí tantear en sus rodillas bajo la aparente discreción de un parloteo, la humedad privilegiada de unos muslos, la castidad de un blúmer protector de otras oscuridades. Mis dedos estiraron el elástico con la precaución de la serpiente, toparon la sobriedad de un pubis, reseco a causa de mis nervios. Recorrí parsimonioso los contornos de su cuello. Evidencié con mis dos manos la necesidad de fornicarla, y con la lengua, y con los dientes. Penetré con ellos cada espacio permitido por la noche y ese último banco. Salté botones. Hice con sus senos las alquimias más escandalosas. Luego, me deleité con la humedad de un pubis, que mi dedo se encargaba de frotar. Pude convertir su parloteo en un tenue gemido. Me sentí seguro en la medida en que se sintió tomada, hundida, deleitada. Orienté, por fin, una de sus manos en busca de mi méntula. Dichosa, estuvo sosteniéndola, frotándola, palpándola. Entonces, no pude contenerme; exigí a su boca encontrarse con toda su dureza.  Experta recorrió los bordes, después la vi atorarse con mi necesidad. Sudé mi goce como un Marqués de Sade. Era el Marqués de Sade.

Alberto Guerra Naranjo


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