Por Yuraima Trujillo Concepción
A mí me cosieron la boca una tarde de octubre. La aguja sucia rompió la piel contra la carne el alambre ceñido a su ojo unió ambos labios y en un intento final de parir primaveras, gotas de sangre tiñeron las hojas muertas del otoño. Después vino la noche con pecas inocentes sobre su tez negra y la media luna clara adornandole el cabello. El enterrador silbó una tonada triste de gaviotas sin mares, de una copa tardía en aquel bar lejano, de mi sangre pariendo primaveras sobre las hojas muertas del otoño, el hilo, la aguja sucia... A mí me cosieron la boca una tarde de octubre.